¿Quién no se ha preocupado alguna vez? O mejor dicho, ¿Quién no se ha preocupado hoy? Tanto la rumia como la preocupación forman parte de nuestro repertorio de conductas como seres humanos. Y, de hecho, nos han ayudado mucho. Pensarás, ¿pero en qué me ha podido ayudar a mí preocuparme de esta forma? Pues en mucho. Por ejemplo, no habríamos creado internet si no le hubiéramos dado “vueltas y vueltas” a las hipótesis que nos planteábamos. O tampoco habrías conseguido tu trabajo si no te hubieras preocupado por preparar bien la entrevista, por ejemplo. Por tanto, desde esta perspectiva, preocuparnos para “resolver problemas reales” tiene muchas funciones adaptativas.
PREOCUPACIÓN. LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Pero también existe el otro lado de la moneda. Cuando nos preocupamos o rumiamos para reducir el malestar psicológico, no conseguimos otra cosa que incrementarlo y sumergirnos en un ciclo que puede atraparnos por horas. ¿Esto qué significa? Pues, por ejemplo, si te sientes culpable por no haber ido hoy al gimnasio, no vas a conseguir disminuir tu malestar psicológico rumiando y preocupándote; de hecho, vas a conseguir incrementarlo y vas a dejar de conectar con lo que quieres hacer durante ese día ( que por lo visto tiene más que ver con sofá y netflix). Por tanto, el problema de rumiar y preocuparte tiene que ver con tratar de disminuir el malestar psicológico que sufres en ese momento (en forma de culpa, tristeza, angustia, etc.), con el consecuente abandono de actividades importantes en dirección a la satisfacción personal y al crecimiento, lo que conduce a mayor sufrimiento, que se trata de disminuir preocupándote más y rumiando. Si, un bucle infinito.
La rumia y la preocupación coinciden como fenómeno en muchos problemas psicológicos (como la depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo). Aunque su contenido varía, en general se puede decir que se entra en contenidos negativos y se vive como algo incontrolable. No hace falta decir, la cantidad de sufrimiento que puede generar una estrategia así. Y la desesperanza con la que se puede ver la vida.
¿PUEDO ENTONCES DEJAR DE PREOCUPARME?
¿Se puede resolver un problema de rumia y preocupación crónico? Afortunadamente, en psicología cada vez tenemos más investigaciones basadas en la evidencia que nos señalan las intervenciones más eficaces para poder resolver un problema crónico de rumia o preocupación. Por tanto, se puede resolver. Hay que trabajar y comprometerse, porque por momentos no resultará fácil. Pero se puede resolver.
Si buscas ayuda no dudes en ponerte en manos de un profesional que esté formado en terapias basadas en la evidencia científica. En mi opinión, no todos los modelos de terapia en Psicología te pueden ayudar como lo necesitas. Dejo un enlace para uqe puedas contactar conmigo si lo deseas. ¡ Que tengas buen día!